jueves, 19 de junio de 2008

Federico Castillo

Rosario en el 2050

Viernes 16 de mayo de 2050. La ciudad de Rosario amaneció con un inmenso humo mezclado con polvo. El parque Independencia parecía un cementerio El río Paraná era un desierto envuelto en una nube negra; las calles de la peatonal estaban deshabitadas; pero en todo Rosario había una sola persona. Yo me encontraba solo en una ciudad desierta, sin rumbo y con mucho miedo de que el fin del mundo llegara, me largué a caminar como un sonámbulo. Sin una meta caminé por lugares que antes eran deseados y visitados por todos los rosarinos: Monumento a la Bandera con su mástil roto, su bandera a media asta y sus luces apagadas; la Fluvial sin esos boliches que marcaban la noche de Rosario, sin sus barcos, sin su color, sin su luz.
Seguí caminando, no entendía que pasaba ni lo quería saber, con solo pensarlo se me ponía la piel de gallina, sobretodo cuando caminé por al lado de una casa muy antigua, su olor y su fachada me resultaban conocidas. Ahí estaba mi escuela, a veces querida y odiada escuela..Entré y en el momento que entraba todas sus puertas se cerraron y no había ninguna luz. En un momento comenzaron a caer piedras y el edificio se derrumbó.
El fin del mundo llegó y yo estaba encerrado sin escapatoria ¿qué hago? ¿a dónde voy?.
Hoy apareció Dios y me dijo “No t queda escapatoria, todo esto se ha derrumbado, el fin del mundo llegó y yo no puedo salvarlo.

Lo miré fijo a la cara y le dije “sálvame”; é me devolvió la mirada y me dijo “la única manera de poder hacer eso es que vengas conmigo al cielo” Yo cerré los ojos, pensé muy bien y le dije “ otra escapatoria no me queda, me tendré qui ir con vos”

Federico Castillo

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