miércoles, 4 de junio de 2008

Natanael Pizarro

Las aeronaves navegaban por entre los grandes rascacielos que parecían superar las nubes y en alguna parte de todos esos metales, aluminios y demás materiales; en un mar de clip y elementos electrónicos se encontraba un cirujano experimentado y de renombre que no sabía que cuando tocara el monitor cambiaría su vida para siempre. Después de abrir la pasarela encontraría en su puerta una enorme caja. Miró hacia ambos lados de la puerta y no encontró a nadie, pero igual retiró la caja y la elevó a su aposento. Luego de haber esperado un largo rato no pudo resistir su ansiedad y y pasó su tarjeta magnética y abrió la caja. En su interior encontró un artefacto muy llamativo. Por más que era una persona muy actualizada con los avances de la ciencia, sabia e inteligente, no logró reconocer el artefacto, parecía una especie de esfera de color dorada con un brillo anormal que escapaba por la rendija en el extremo superior de un color púrpura verdeazulado. Luego de haber pasado horas y horas tratando de abrir su interior sin lograr ningún avance decidió retirarse a dormir. Durante la noche empezó a escuchar un sonido perturbador pero de una voz sensual que provenía del living. Martín en un semisueño profundo se aproximó, curioso pero asustado a la vez, con sigilo y en cuclillas hacia la esfera dorada. Cuando se acercó descubrió que lo que la esfera decía era su nombre y apellido Xidor-Nuñez.
Asomó su visión por encima de la esfera y la esfera se abrió tragándolo; desde su interior descompuso sus moléculas transportándolo por un agujero de gusano interespacial hacia otra dimensión. La esfera se cerró y en un profundo silencio invadió la sala. Luego de haber pasado veinte minutos dentro de la casa, cayeron dos militares con la bandera argentina en sus hombros y con muchas medallas en sus pechos. Uno le dice al otro:
-Ya cumplimos con nuestro cometido especial- Mougez, la elite de sobrevivientes está completa.
-Si luego de haber transportado a muchos de estos sabios, este condenado mundo ya puede destruirse y dejar este maldito calentamiento global en el olvido.
-Si, ahora abra la esfera, general, y transpórtenos a Nania
El general abrió la esfera y transportó a ambos hacia otra dimensión. Luego de esto pasaron cinco días más y el planeta se autodestruyó dejando plagado el universo de trozos de rocas y más rocas; explotando desde su núcleo, nada quedó de las pocas personas que habitaban el suelo rosarino.

NATANAEL PIZARRO

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