lunes, 2 de junio de 2008

Melisa Salaberry

El alcohol era mi amigo. Desde la adolescencia siempre encontraba un motivo para beber. Al pasar los años ni los tratamientos a que me sometí, ni los ruegos de mi madre lograron que dejara la bebida.Pero algo sucedió en mi vida que logró mi liberación del vicio del alcohol.Estaba regresando a mi casa después de una noche de fiesta en Rosario. Traía unas copas de más. Al poner la llave en la cerradura, escuché un ruido detrás de mi, giré y lo vi; era un niño pequeño. En la oscuridad me pareció de unos pocos años. Me acerqué y le pregunté:-¿Qué hace un niño como vos solo en la calle a estas horas? -Estoy lastimado, me sangra un ala-. Respondió murmurando.Me mostró, tenía la espalda cubierta de sangre. No podía creer que estaba frente a un ángel.-Ayúdame- Me dijo.Así que lo cargué en mis brazos y lo llevé a mi casa. Lo curé lo mejor que pude. Me dio las gracias y se quedó dormido.Yo lo miraba y pensaba: ¿Será verdad o es una alucinación de la bebida? También me dormí y al otro día al despertar el niño ya no estaba. Creí que todo había sido un sueño, pero al ver el lugar donde se había quedado dormido había una flor, que hoy en día sigue igual de perfumada y bella. Había sido mi ángel de la guarda. Nunca antes había creído en los ángeles, pero ahora me di cuenta que existen y nos están cuidando todo el tiempo.
Salaberry Melisa

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